Junio llega y a veces se me olvida que es Día del Padre. Pero siempre recuerdo que es el mes en el que celebrábamos la vida de mi abuelo Juan.
Olvido que es día del padre porque por muchos años no celebré esta fecha y ya adulta entendí, que aunque mi mamá fue un sostén extraordinario ella es mamá y no papá, como una sociedad en busca de la “equidad” me quiso hacer pensar.
Su rol era maternar. Y lo hizo extraordinariamente de la mejor manera que pudo, sin embargo con una carga extra que jamás le correspondió.
No celebraba porque la figura de paternidad era difusa para mi. Incluso hoy, a veces lo sigue siendo.
(Y sí, ya sé que Dios es Padre perfecto, lo vivo y lo experimento diariamente pero no me refiero a eso)
No, tampoco es porque no tenga uno.
Al contarlo, Dios me dio la fortuna de tener un papá biológico con los genes exactos para combinarse con mi mamá y hacerme el ser humano extraordinario e imperfecto que soy, y además regalarme una hermana mayor maravillosa. A través de él, aprendí a perdonar, aprendí de perseverancia y de segundas oportunidades.
Me dieron otro de infancia que me heredó el amor por escribir y los libros. Me recordaba sin perder oportunidad que mi dulzura me llevaría lejos. Y no se equivocó (en eso).
Me enseñó sobre mi herida de abandono siendo ya adulta, esa herida que ahora abrazo y gestiono con amor y compasión por mi misma. Un hombre que nos daría al hermano más resiliente y luchador que existe. Y nuevamente, nos desarrollaría la fuerza necesaria para seguir luchando y ser un gran equipo, el mejor equipo que conozco.
También, Dios, me prestó a un padrino que sería mi hombre favorito por muchos años, incluso después de haber partido de manera inesperada. Quien me enseñó de paciencia, de ternura y me hizo pensar que era lo “más bonito” que se le había cruzado en la vida; aunque lo llegara a despertar cada mañana porque iba tarde para el kínder. Pero sobretodo, me enseñó que el amor real es eterno y que se puede transformar en cosas maravillosas a través del perdón, la gratitud y la esperanza. Te amo siempre tío JuanCa!
Como si fuera poco, Dios nos regaló al Viejo. Ese hombre de manos cansadas, corazón noble y bondadoso, consciente de sus errores e incondicional cuido hacia su “Reina”. Ese abuelo que crió con paciencia como si fuéramos sus hijos, amó con acciones, nos sostuvo con una fuerza inquebrantable, sostuvo a mami incluso cuando el resto del mundo nos daba la espalda, ahí estaba abuelo en la ventana con una bollo de pan y una caja de leche.
Hoy, con más esperanza, Dios me regala un cuñado, que más que es eso, es un padre consciente y presente. ¡Qué regalo tan grande ha sido ver crecer a mis sobrinos abrazados por el corazón dócil y amoroso de José!
Hoy, con más ilusión, pido por sabiduría que si está en el plan de Dios, celebrar este día en mi futuro, sea con la misma emoción y gratitud que lo imagino desde ahora siendo la compañía adecuada para que eso suceda. No me gustaría perderme en vivo, la escena que tengo en mi mente.
¡Feliz día del Padre!
También para nosotros, los que no estamos acostumbrados a celebrar.
Los abrazo desde acá.