Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad en lo alto de una colina no puede esconderse.

Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes y alaben al Padre que está en el cielo. - Mateo 5:14, 16-

16 de julio de 2014

Mi pequeño infinito


Pasada cierta edad, entendí que amar no es lo que me dijeron, tampoco lo que me hicieron pensar que sentía, mucho menos lo que creían sentir por mí.

Y es que finalmente llegué a entender que el amor no es un capricho; no se trata de lo mucho que me consientan ni de las cajas de chocolates con lazos rojos.

Entendí que el amor es capaz de romper pactos y mapas absurdos cambiándolos por nuevos rumbos; puede desatar cadenas y devolver la libertad; puede vestirse de sonrisas pero también de lágrimas de felicidad. (Colosenses 3:14)

Pero también, entendí que sí es un regalo, pero no de los que se envuelven o se rompen, es un regalo irremplazable y sin fecha de caducidad. (1 Corintios 13:8a)

Comprendí que no se trata de contratos pero sí de proyectos en conjunto. Entendí que el amor discute pero respeta, corrige pero jamás humilla, soporta pero no de mala gana, espera con el calendario en contra, es eterno pero no ata. (1 Corintios 13:7)

Entendí que se construye, se cultiva. Entendí que sueña anhelos ajenos y los hace propios. Entendí que el amor viaja  y aun así no presenta a la soledad;  ni los kilómetros ni muchos países de distancia son capaces de opacar esa luz del Cielo.

Ahora sé que el amor perdona, todos los días, perdona. No juega a las escondidas pero muestra orgulloso su inocencia. Se pinta, de colores distintos y dulces con el mismo pincel, un camino de estrellas llenas de fidelidad.

Diariamente crece, como un niño tomado de la mano de Su Padre camina, a veces corre y muchas otras se arrastra o se detiene, pero nunca suelta Esa mano.

Ahora sé que con escaleras o sin ellas, se llega sin darse cuenta. Entendí que debe alcanzar cierta altura pero que jamás deja de crecer.

Aprendí que el amor es un pequeño infinito mientras dura nuestro paso por esta tierra porque luego, viviremos en el mundo del Dueño del Amor. (Juan 3:16)
Aprendí que mi pequeño infinito lo inventó Alguien mucho más Poderoso que un sentimiento humano (Santiago 1:17).

Entendí que Dios es amor y sin Él, simplemente no somos capaces de decidir verlo brillar en otra persona (1 Juan 4:19). Pasada cierta edad, ahora entiendo que el amor no se siente ni es autoinmune. Entendí que no muere, que vive para iluminar a otros. (Mateo 5:16)

Ahora me deleito en la verdad de conocer al Amor y al Infinito.