Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad en lo alto de una colina no puede esconderse.

Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes y alaben al Padre que está en el cielo. - Mateo 5:14, 16-

21 de abril de 2024

Abuelito, 3 años

Si pudiera enviar una carta al cielo, te diría que he cumplido mi promesa de honrarte aquí. He aprendido tanto en estos 3 años de lo que se trata el amor viejito.

Me enseñas cada día que pasa, que el amor no se trata de verse todos los días, pero de mantener vivo lo que se construyó en vida. 


Me he dedicado a ser feliz y a llorar solo por las cosas importantes, las que enseñan y las que se celebran.

Me he dedicado a apreciar el presente que es lo único que tenemos. 

Me he dedicado a alargar los momentos que me llenan el alma soñando que me duren un siglo como vos.


Hoy te escribo porque fuiste al primer hombre que aprendí a amar y que demostró con acciones de lo que se trata esto. 


Me enseñaste que nunca nadie se arrepentirá de ser valiente. Y la viejita, tu viejita me enseñó que amar es la forma más bonita de valentía. 

Gracias por esta herencia viejo. 


Aquí sigo aprendiendo, viviendo y sintiendo intensamente todo.


Aún sueño con tus risas y tus alegatos por el agua fría,pero sobretodo aún te siento cerquita, sosteniéndome cuando me caigo y susurrándome en cada atardecer que lo estamos haciendo bien.


Te extrañamos siempre y te amamos eternamente.

7 de febrero de 2024

Una carta desde Atlitlán

Hoy me descubrí olvidándote.

Hoy pasaron horas sin pensarte y me imaginé que a vos también te pasa igual.


De esto también nace el amor. 

De la libertad que crece cuando decimos adiós con la tranquilidad y el deseo de que tu futuro se vea tan iluminado como mi presente.


Escuché un bolero y recordé que nunca lo bailamos.

Bailé, viéndome al espejo, redescubriéndome mientras me danza el alma sola al mejor compás de mi propio corazón.


Hoy me descubrí olvidándote y de inmediato te recordé.

Esta vez un lago inmenso me abrazaba y me recordaba lo viva que estoy.

Esta vez el sol me nublaba la vista como para que no te viera, y me vi a mi.


De esto también nace sanar.

De la libertad de recordarte y olvidarte al mismo tiempo.

Quiero que tu presente sea como este atardecer constante que me inspira en la vida.


No sé si nos volveremos a encontrar en otro baile o en otra vida; pero si algún día nos cruzamos espero que un océano de paz nos abrace.