Un día se levantó
percibió aquel hedor amargo
de silencio
la invadió aquel temor inconfundible
de engaño.
El sol entrando
por su ventana y
quemándole la sangre,
lograba una fusión de supervivencia
y muerte.
La carismática brisa
se acomodó entre las lágrimas
que habían quedado secas
durante la madrugada
áspera.
No cabía en su rostro
la palidez de locura,
pasada y sufrida
durante las escenas,
gajes del oficio humano.
-¡Será eterno!- pensó
al ver el reloj.
Allí mismo decidió
acortar las horas,
empezó a reír.
Trece días
del primer año;
muchas risas,
algunos testigos
y un sello imborrable.
Despertó. Un asunto.
Otro más de esos
que no entenderá.
Otro más de esos
que deberá olvidar.
Calmó su ardor.
El sol ya ocultó
su espada temple
y súbitamente echó a volar
en el mundo estéril de su ilusión.
Nada sentía
viendo el cielo
que según ella
le pertenecía,
pensó hasta recordar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario