Estuve pensando en tus hijos.
Esos dos que partieron antes que nosotros.
Esos dos que aún sin alas fueron ángeles.
A ellos, deberíamos dejarlos descansar.
Pero me resulta inevitable no extrañarlos e imaginarlos en medio de tus brazos en estos momentos.
Me la imagino a ella, sonriendo y leyendote.
Regañandote cuando no se te cumplen tus caprichos.
Amandote, como vos la amas a ella.
En abril un 2, Dios la llamó.
A el (con los ojos mojados) lo veo a tu lado, en medio de la sala sonriendo.
El sin duda tendria nuestras inquietudes en su lugar, nuestras ansiedades en calma.
En agosto entre un 8 y un 9, tuvo que irse a reflejar paz a otro lado.
Me encantaría poder decir que soy la mejor, que definitivamente me gane el privilegio de tenerte en mi vida.
Desgraciadamente, no puedo afirmar nada de esto.
Y no me queda nada más que pensar en ellos y amarte a vos.
Solo puedo sentirme orgullosa y honrada de contar con el regalo de cuidarte, de espantar los fantasmas que te asustan en la noche como a una niña.
Solo puedo darte las gracias porque me enseñas lo más importante: el amor por Dios.
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